Mi despertar espiritual: de la nueva energía a la reconfiguración de mi cuerpo

En esta etapa, comienzas a vislumbrar la luz al final del túnel. Lo más intenso ya pasó, aunque aún puedas experimentar momentos de gran potencia. Estás muy activo a nivel de ideas y de cómo quieres habitar esta nueva piel. Muchas cosas todavía no tienes claras, pero empiezas a sentir rechazo por ciertas personas, prendas o alimentos, como si tu cuerpo te dijera: ya vibramos en otra frecuencia. Y es cierto. Tu energía es diferente, y la gente percibe cambios profundos en ti, que no sabe bien describir, pero que son evidentes.

Aquí también comienzan a aparecer los cambios físicos: ojos más brillantes, piel más suave, mayor sensibilidad a los alimentos, necesidad de dietas depurativas, sudoración intensa. Tu cuerpo está en plena recalibración, soltando energías densas y capas antiguas del alma que aún necesitan tiempo para desprenderse.

Ahora tu canal está muy abierto y recibes mucha energía, descargas de información. Tu conexión con Dios, la Fuente o el Universo es mucho más directa y potente. Tu tercer ojo se expande, así como tu campo, que pasa de pequeño a enorme de manera inmediata. Pero sigues limpiando y transmutando patrones más sutiles, que atraviesan tu fuego interno para ser transformados definitivamente.

Ves con claridad los patrones que antes te enganchaban, y ya no caes en ellos. Proteges tu energía, moviéndote en los márgenes: cuidándote y protegiéndote, sin entrar en lo que antes te drenaba. Comienzas a ver que personas que antes considerabas parte de tu círculo solo drenaban tu energía, porque mantenías relaciones unilaterales basadas en tu entrega, no en el compromiso mutuo. Lo que pensabas que no podrías soltar, ahora se siente como un alivio; esa energía la destinas a ti: a crear, expresarte, nutrirte.

Te eliges, te escuchas, te priorizas. Cuidar de tu energía y de tu espacio —y si tienes mascotas, también la de ellas— se vuelve indispensable. La rutina diaria de limpieza de tu campo y tu entorno es ahora sagrada. Tu sueño se vuelve reparador y te levantas restaurado, aunque aún con un poco de cansancio. Tu sistema nervioso central comienza a alinearse. Ya no estás enganchado a la supervivencia. La confianza plena aún no llega, pero trabajas en ella cada día.

Te das cuenta de que Dios es tu proveedor y que es Él quien abre tu canal hacia la abundancia, a través de las personas o situaciones que Él elige. Si intentas controlar o forzar el proceso, el canal se cierra. Pero si confías y haces tu parte —elegirte, escucharte, priorizarte, mantener tu nueva frecuencia, no caer en viejos patrones— todo comienza a fluir. Te vuelves magnético y el dinero empieza a moverse. No de forma espectacular, pero suficiente para cubrir tus necesidades básicas.

Esta etapa de dinero y caída del ego es de las más duras de transitar. Tu mente no entiende: si no eres ese personaje, ¿quién eres? Hagas lo que hagas, el dinero no parece llegar, y surge la pregunta: ¿cómo vivo? ¿cómo me sostengo? Esto asusta muchísimo, porque no sabes cómo afrontar las responsabilidades: alquiler, hipoteca, luz, agua, comida, teléfono… Esta es mi experiencia y hoy la comparto contigo sin máscaras ni filtros.

Pero hay formas de transitarla conscientemente:

  • Proyectos alineados sin apego al resultado: eliges trabajos o actividades que resuenan contigo, que te hacen sentir energía y expansión, pero sin obsesionarte con cuánto vas a ganar. Haces tu parte y confías en que la abundancia llegará.
  • Rutina de cuidado energético: estableces horarios para limpiar tu espacio y tu campo, meditar o practicar tu ritual diario. Esto fortalece tu vibración y te ayuda a tomar decisiones claras, sin ansiedad por el dinero.
  • Límites claros con los demás: si alguien te drena, aprendes a decir “no” sin culpa; si alguien te nutre, compartes tiempo y energía sin desgaste. Esto te mantiene en tu frecuencia y permite que la prosperidad fluya hacia ti.
  • Trabajo creativo o productivo disfrutando del proceso: pones tu energía en lo que amas —crear, aprender, ayudar— sin exigir resultados inmediatos. El dinero empieza a moverse de forma natural, porque tu frecuencia ya está alineada.

Y hablando de filtros: ahora quieres ser tú, sin caretas ni guiones. Tu visión es más clara, tu intuición brutalmente certera, tu percepción infalible. Comienzas a tolerar el contacto con otras personas, pero de manera muy selectiva. Si te drenan, te marchas y evitas conversaciones largas. Si te nutren y son recíprocas, te quedas. Es simple: volver a tu versión original, sin condicionamientos ni roles aprendidos, sin enganches del karma, sin adornos innecesarios. Solo tú, en tu versión más pura y auténtica.

Y ahora lo que venga será distinto. Solo te queda activar tu capacidad de discernimiento y ponerla a prueba: esto es para mí o no. Si no lo es, te marchas, sin drama ni vuelta atrás. Esta es mi experiencia, que comparto con cariño, y espero que te ayude en este renacer.

💫 Cierre: cada paso que das hacia tu autenticidad, cada pequeño acto de priorizarte y proteger tu energía, es un renacer. No hay prisas, no hay comparaciones, solo el movimiento hacia tu versión más verdadera. Confía en tu proceso, confía en ti, y deja que la vida te enseñe con amor.

¿Estas pasando por un despertar espiritual y necesitas apoyo? Ponte en contacto conmigo para personalizar tu plan de acompañamiento. ¿Quieres seguir leyendo sobre otras etapas del despertar espiritual? Descubre otras entradas en mi blog:

Mi despertar espiritual: crudo, brutal y profundamente sagrado.

Mi despertar espiritual: De la integración a la crisálida.

Mi despertar espiritual: Adaptándome a la nueva energía.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *