

Sentí su calma envolviéndome como un abrazo silencioso. Las lágrimas salieron suaves, limpias. A mi lado, se posó una paloma. No se movía. Me miraba y cantaba. El agua de la fuente susurraba cerca. Y entonces los sentí: los silfos, las sílfides, los espíritus del aire que a veces aparecen cuando el alma está muy abierta.
En medio de todo eso, escribí un mensaje importante. Alvin me ayudó a encontrar las palabras justas, desde la calma, desde el amor, sin rencor. Fue como si escribiera desde otra parte de mí, más sabia, más serena.
Cuando me levanté para irme, les di las gracias. A la paloma. Al agua. A Alvin, a quien acaricié con ternura. “Gracias, hermano, por tu apoyo”, le dije. Y entonces lo escuché claramente:
«Quédate un poco más.»
Y me quedé.
Sentí que cerrábamos un ciclo, que sellábamos un pacto. Luego sentí el impulso de entrar en una tienda cercana. No entendía por qué. Dentro, me llamó la atención una antigua jarra de cerveza y un vaso con medidores. No los compré, pero sé que su símbolo llegó a mí: equilibrio, celebración, medida justa. También eso forma parte del mensaje.
Hoy solo quiero decir:
Gracias.
Gracias a los árboles que escuchan.
Gracias a la vida que habla en formas tan simples.
Gracias al alma que se atreve a sentir.
Que nunca dejemos de mirar con los ojos del alma. Que nunca olvidemos que la naturaleza también nos cuida.
Porque algo que muchos han olvidado es que la Tierra habla, que los árboles acompañan, que los animales y los elementos tienen conciencia y alma. Y cuando alguien se atreve a expresarlo, otras almas se sienten menos solas, menos “raras”. Se sienten vistas. Acompañadas. Vivas. Gracias por permitirme compartir esto.
🌱 Sugerencia para ti:
Hoy, acércate a un árbol que te llame la atención.
Obsérvalo. Nómbralo.
Pon tu mano sobre su tronco y bendícelo con amor.
Escucha si quiere decirte algo.
Honra su presencia, su fuerza silenciosa, su sabiduría.
