Durante años he caminado el camino espiritual con devoción, amor y entrega. He creado talleres, libros, oráculos… cada uno sembrado con cuidado, ternura y fe. Siempre me he visto como un rayito de luz, como una extensión humilde y humana de Dios, como un faro en medio de la tormenta.
Hoy quiero compartir algo distinto.
Hoy me siento cansada. Vacía. Triste. Sin ilusión. Como si la alegría se hubiera marchitado en mi interior.
No es fácil decirlo en voz alta. La imagen que solemos tener de la espiritualidad es la de alguien siempre fuerte, radiante, positiva, iluminada. Pero el camino real es humano, y en lo humano hay días de luz y días de sombra, hay etapas de expansión y etapas de vacío.
Este es mi momento de vacío. He transmutado karma, limpiado linaje, sembrado semillas de luz. He dado mucho. Y ahora mi alma me pide descanso, silencio, sostén. Siento que he hecho mi parte y que, en este instante, ya no tengo nada que dar. Y está bien.
Lo comparto porque quizá tú también estés pasando por algo parecido. Y quiero decirte que esto también es espiritual.
Sentirte cansado no significa que hayas perdido la fe.
Sentirte sin ilusión no significa que la luz se haya apagado.
El vacío es un espacio fértil, aunque ahora no podamos verlo.
Sigo confiando en Dios. Sigo confiando en el Plan. Aunque mis manos estén vacías y mi corazón cansado, sé que estoy siendo sostenida. Sé que después del invierno viene la primavera. Y confío en que, cuando llegue, volverá la alegría y la ilusión.
Si estás leyendo esto y te sientes así, quiero que sepas que no estás solo/a.
Que no tienes que fingir luz ni fortaleza todo el tiempo.
Que ser espiritual no es estar siempre arriba, sino atravesar con honestidad y entrega todas las estaciones del alma. Hoy yo me abrazo en mi humanidad. Y quizá mi abrazo también te alcance a ti.
