Una de las experiencias más desafiantes que he vivido en mi camino ha sido aprender a tener fe absoluta en Dios, el Universo, la Fuente —como cada uno quiera llamarlo—.
En un despertar espiritual suele suceder algo que remueve todas tus bases: las finanzas se tambalean. Por mucho que intentes, los ingresos no llegan como antes… y eso duele, porque toca una de las fibras más sensibles de cualquier ser humano.
Ese colapso no es un castigo, sino una iniciación: una llamada a cultivar la confianza más profunda. A partir de ahí ya no se trata solo de ti y de tu esfuerzo. Tu verdadero proveedor es Dios. Es Él quien abre los caminos hacia la Abundancia.
Durante este tiempo, tu sistema nervioso se reconfigura y aprendes a vivir con lo justo. Y eso sucede para que pases del modo supervivencia a la confianza total.
Esto no significa que no tengas que hacer nada y esperar. Al contrario: es un tiempo de actuar con pasión, de poner tu energía en aquello en lo que crees, sabiendo que estás sembrando en terreno fértil. Y lo sembrado siempre germina, aunque no en “tu” tiempo, sino en el tiempo perfecto del Universo.
Estamos tan acostumbrados a querer controlar cada paso, que olvidamos soltar. Pero en este proceso, las riendas ya no están en tus manos. La única salida es confiar. Y confiar significa aceptar que, si algo es para ti, llegará justo cuando deba: ni antes, ni después.
Tampoco sirve de nada escarbar la tierra para comprobar si tus semillas ya brotaron. Si fuerzas los tiempos, corres el riesgo de marchitar lo que apenas empieza a nacer.
Confía en que cada acción, cada paso, cada semilla plantada, tiene su valor y dará fruto en el momento preciso.
Y mientras tanto, recuerda: lo básico siempre estará cubierto, aunque sea con retrasos o de manera muy justa. No intentes entender de dónde vendrá ni cuándo. No está en tus manos. La ayuda llegará por los caminos más inesperados.
Sé que este tránsito es duro, no voy a negarlo. A mí lo que más me sostuvo fue una práctica sencilla: poner mi mano en el plexo solar y repetir, una y otra vez, cada vez que aparecía el miedo o la ansiedad:
“Dios es mi proveedor. Él me sostiene.”
Lo repetía tantas veces al día como lo necesitaba. Y cada vez, esa frase me devolvía a la calma y me recordaba que no estaba sola.
Si estas palabras han resonado contigo, te invito a seguir leyendo más reflexiones y experiencias sobre el despertar espiritual en mi blog: www.lilyluz.es/blog.
Y si te encuentras transitando este proceso y sientes que necesitas sostén o acompañamiento, recuerda que no tienes por qué hacerlo solo-a: estoy aquí para caminar a tu lado.
