Mi despertar espiritual: De la integración a la crisálida

Una vez que has podido revisar esas vidas donde se originaron pactos y votos —conscientes o inconscientes— que te afectan en el momento presente y que te hacen repetir comportamientos que te hacen daño, como la desvalorización, el sometimiento, el autosabotaje, el ocultamiento, el silenciamiento de tu voz, la falta de amor propio… entonces pasas a cancelar esos contratos y liberarlos. Esta es una etapa muy bonita.

En mi caso, me interesaba conocer esas almas que fueron yo en otra vida. Me gustaba saber qué las hizo elegir lo que eligieron, y en todos los casos, hicieron lo que tenían que hacer para sobrevivir dentro de las circunstancias que les tocó vivir. Y te emocionas muchísimo cuando las conoces, cuando ves sus vidas, llenas de aprendizajes y dificultades, pero también de increíbles talentos, dones y, sobre todo, una valentía inmensa.

Cuando liberas esos votos, sientes un enorme alivio. Y esa persona, que hoy camina contigo, también lo siente. Es una etapa de limpieza profunda, de esas que te ponen todo patas arriba para dejarlo todo impoluto. Y estarás pensando: «Eso no me ha pasado a mí…» Déjame decirte que nos pasa a todos. Por eso estamos en la escuela de la Tierra, la más densa, difícil y, al mismo tiempo, maravillosa de todo el Universo.

Tras la limpieza, comienza la etapa de integración, donde te desprendes de capas muy antiguas de tu alma, que te han acompañado durante siglos, si eres un alma vieja como yo. Aquí vienen los vértigos, los mareos, el malestar físico… porque desprender todo eso genera cambios en tu cuerpo y eleva tu frecuencia. Pero la limpieza no ha terminado aún. A través de acontecimientos cotidianos, saldrán a la luz más votos que deben ser revisados, limpiados y cortados. Tal vez los principales ya están hechos, y tu cuerpo sigue limpiando a su ritmo, pero quedan los hilitos, esas hebras que aún te mantienen atado, aunque sea por un pelito, a lo que ya no puedes sostener.

Así vienen días de comenzar, limpiar, soltar y repetir. Hasta que, en un momento, los mareos disminuyen y tu integración ha terminado. Permíteme decirte que, en esta etapa, cuanto menos exposición tengas con el mundo exterior, mejor. Tendrás días horribles, de mucha tristeza, de pensar que estás retrocediendo, y explosiones emocionales llenas de angustia. No te asustes, sigues liberando. No lo de ahora. Lo de vidas enteras.

Y por fin, terminas tu integración. Te emocionas y lo celebras en soledad. Y comienza la etapa de la crisálida, donde te encierras en tu capullo. Aquí es donde se está formando esa nueva mariposa. Pero aún no eres lo antiguo ni lo nuevo. Y eso genera mucho desasosiego.

En este periodo, lo que yo más destaco son los sueños lúcidos y todo lo que sucede mientras duermes. ¡Madre mía! ¡Cuánta actividad! Aquí te pondrán a prueba para ver si aún eliges esta nueva versión, para ver si sigues despierta… y no siempre será fácil. Y lo harás a través de los sueños, pero no solo. Ten fe en ti. Si te eliges, todo estará bien. No tendrás ganas de ver a nadie ni de hablar con nadie. Solo querrás estar en tu cuevita, a salvo, segura. Y llegará un punto en el que te darás cuenta de que tienes que soltar el control. Porque no lo tienes. Y esto, queridos, son palabras mayores. Y cuesta muchísimo. Todo seguirá caído: los ingresos, las relaciones, tú… Cuanto antes te des cuenta, mejor. Sufrirás menos.

Estás en manos de Papá Dios (del Universo, la Fuente o el poder superior, como quieras llamarlo). Él es tu proveedor. Y te pide rendición absoluta: quedarte en sus manos y confiar en que todo se arreglará.

Y en este momento estoy yo, diciéndole a Papá Dios que se haga su voluntad, que estoy en sus manos y que Él me sostenga mientras yo me reconfiguro, mientras yo nazco.

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